Jun 24, 2010

Una tarde de paseo




Puerto Vallarta, México
Junio 2010

Un camino por la playa con mi cámara en mano, el cielo está nublado y la suave brisa fresca del mar llega de las montañas altas, la bruma cubre sus picos y le dan un aura mística, misteriosa. Me hace preguntarme qué hay detrás de las mismas, tal vez seres fantásticos de otro mundo. Mi curiosidad crece cada vez más al caminar. Detrás del lente puedo ver las líneas del horizonte coincidir con las líneas de mi visor, me concentro en las piedras delante de mí. Voy subiendo, más bien trepando y resvalando. Mi mano se topa con algo que parece salir de una piedra. Doy un brinco. Es un cangrejo grande y con las tenazas en alto, retándome. Me alejo un poco y parece que el ser no se mueve mucho, me acerco poco a poco y pongo la mano, no reacciona. El cangrejo se ha secado hace un tiempo ya, sus ojos siguen mirando al vacío, a la nada. Una mirada un tanto perturbadora y extraña, coincide con el tiempo. Sus fauces voraces parecen nunca saciarse, sus dientes salados se ven agresivos. Me da igual, un ser inerte inofensivo, he visto varios en otros lados. Sigo mi camino. Mi curiosidad me lleva hacia las montañas y la tormenta negra que abre mi curiosidad y sed de conocer algo diferente, aventura. Una más.
Sigo el camino largo con seres cobrizos a mi lado, hay gente caminando para sí, nadie parece escuchar y nadie parece observar. Caminan como zombies sin entender lo que pasa a su lado, sin conocer a la persona a su lado. Son y es lo único que los mueve. A mi me mueve la neblina y el misterio de las montañas hacia esos seres increibles. Me voy acercando un poco más. A lo lejos se ven figuras que desafían la gravedad, columnas de piedra, de otro mundo. Un hombre flaco, encorvado abraza una piedra, modificando su centro de gravedad. Muy concentrado, no sabe lo que está pasando a su alrededor, pero él tiene una razón. Voy al encuentro del hombre piedra. Más de cerca puedo ver cosas que desafían toda ley de gravitación, es imposible debe haber un truco. Las piedras parecen imanes, pegadas unas a otras balanceándose sobre sí. El hombre flaco prueba con una y otra, hasta poder balancerla. Como por arte de magia las piedras cambian sus centros y se yerguen al cielo, imitando a los hombres pájaro de Veracruz que tocan el cielo. Las flautas llenan el ambiente que se hace cada vez más misterioso, con rojos hombres pajáro volando en círculos, haciendo espirales en el cielo. El hombre flaco observa con cierta envidia al vuelo y mejor vuelve a su oficio, las piedras. Los hombres pájaro, y el hombre piedra. Eso fue lo que encontré del otro lado de la niebla. Y es real.

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